El inicio de la ciencia ficción chilena parece remontarse a la década de 1870, con la publicación de El espejo del mundo (1875), del inglésBenjamín Tallman y Desde Júpiter (1877), de Francisco Miralles. Desde ese momento, y centralmente durante el siglo XX, la ciencia ficcion chilena transitó caminos dispares, siendo cultivada por numerosos escritores –desde Pedro Sienna a Ariel Dorfman– que dejaron una obra heterogénea y dispersa. Sobresalen por su recurrencia los textos de política ficción y las obras utópicas referidas a civilizaciones perdidas como la Atlántida o la Ciudad de los Césares, tópicos visitados por escritores como Manuel Rojas, Luis Enrique Délano, Luis Thayer Ojeda, Hugo Silva, Fernando Alegría –quien publicó la antología Leyenda de la ciudad perdida–, Vicente Huidobro, que
publicó en 1934 la novela La próxima: (historia que pasó en poco tiempo más), y Manuel Astica Fuentes, cuya novela Thimor abre esta línea temática en 1932. Sin embargo, a partir de la década de 1950 y de la mano de la publicación de Los altísimos de Hugo Correa, la ciencia ficción chilena inició su época más fructífera, contando con exponentes permanentes del género encabezados por el mismo Correa, quien ha sido incluido en numerosas antologías extranjeras y traducido a diversos idiomas, y al que se suman autores como Elena Aldunate y Antoine Montagne (Antonio Montero).