Lo que no vimos venir, tampoco lo pudimos anticipar en su devenir. Por eso el clima de opinión que hoy impera, a cinco años de octubre de 2019, es de una profunda decepción. Como señala el Informe sobre Desarrollo Humano en Chile 2024: “Tal vez el término que mejor expresa este creciente ánimo social es “impotencia”. Da cuenta de la duda respecto de la capacidad de la sociedad, sus instituciones y sus actores para enfrentar los nuevos desafíos y saldar las deudas del cambio”.
¿De qué sirvieron tantas marchas y demandas? ¿Fueron solo una catarsis que derivó en rituales destructivos? ¿O queda algún rastro de esperanza en la memoria de esos días que valga la pena recuperar? ¿Hay algún vestigio en sus cenizas que merezca ser recordado? Los eventos de octubre de 2019 desencadenaron una serie de decisiones a nivel nacional que abarcaron diversos ámbitos. Entre ellas, los dos procesos constitucionales, los cuales, a pesar de los esfuerzos, no lograron superar el objetivo de ser aprobados. Con paso del tiempo, se ha vuelto evidente que la crisis no admitía soluciones rápidas ni se puede resolver a nivel político-constitucional. Lo que se cuestionaba en las calles iba más allá del orden jurídico.