En Una guinda en la guata entramos a los pasillos de la rutina de diversas mujeres: una dentista que frecuenta a un vendedor de paltas ambulante, una guía turística y una vendedora que organizan su vida en torno a sus inquietudes laborales, una oficina en que convergen únicamente mujeres, unas colegialas que le siguen el rastro a la Comandante Tamara, una gestora cultural atrapada en una burocracia que la desplaza desde lo alto de un edificio al subterráneo, como una metáfora de que el arte pasa siempre en un lugar aparte. Emilia Macchi indaga en el trabajo no desde el tedio ni la frustración. Su prosa se adentra en las relaciones y funciones que hacen particular cada experiencia asalariada. Una guinda en la guata se inmiscuye en esos espacios que no son ni públicos ni privados, que siguen cambiando a una velocidad inimaginable y que nos pueden desechar en cualquier momento.