Si bien la importancia del buen periodismo es innegable, este a veces falla por encapsular los corazones y las mentes de sus sujetos, en particular cuando está involucrado un número inmenso de seres humanos. La frase “cinco millones de migrantes venezolanos ahora están viviendo en el exterior” no puede contar las historias personales, intelectuales y emocionales que se esconden debajo de las estadísticas. Fracasa en valorar el peso emocional de ver un país derrumbándose lentamente, de ver a amigos y familiares desaparecer uno a uno por dejar un país atrás para siempre. La frase “5.287 ejecuciones extrajudiciales” no puede contar la historia de cada vida perdida o el daño emocional de las vidas que quedaron atrás, de viajes diarios cerca de cárceles y centros de detención, de hambre omnipresente. Esta antología poética es una especie diferente de reportaje, uno que lucha para encontrar el balance entre ser víctima de la atrocidad y elevarse sobre ese trauma como un ser humano realizado, como uno que ha vivido estas experiencias, pero que no será victimizado. Esto es una lucha para ser un participante en medio de un éxodo masivo y para retener la propia individualidad; es ser más que solo un número.