Mayo de 1940. Dos millones de belgas presos de pánico huyen por las rutas de Francia. Los que van a pie, empujando carretillas o coches de bebés cargados como podían de algunas posesiones varias, no pudieron llegar muy lejos antes de ser alcanzados por el avance fulgurante de los vehículos motorizados de la armada alemana.
En 1948 se inició una sorprendente inmigración belga a Chile. Después de los años negros de la guerra, este país parecía un paraíso. Esta obra es el relato día a día de esta inmigración, en base a cartas escritas en esa época. La aventura fue bella y simple, pero ciertamente fue una aventura.