En estos poemas cada existencia tiene su idioma: las ondas de lo que se hunde en los sueños, el capullo en el que nos encerramos, la música de una radio siempre encendida en la casa familiar, los nudos del árbol genealógico. Asistimos a la mutación permanente de un contexto, a los matices que adopta la voz del hablante en diferentes procesos vitales: se es padre y se es hijo, «Hay un corazón que se traduce a sí mismo / tan convencido de la eficacia de las palabras / que se identifica con ellas. Viaja».