Ruvalcaba navega desde el true crime hasta lo rulfiano pasando por el gótico sureño y nos regala un sobrecogedor testimonio de la masculinidad del siglo XXI.
En 1996, Sagrario murió baleada en la entrada de su residencia; los disparos alertaron a Hiram, el hijo mayor de la familia Ruvalcaba, de ocho años. Poco después, en el año 2000, también a Rocío le arrebataron la vida. En 2005, la frontera simbólica entre un asesinato noticioso, anónimo, y el de alguien consanguíneo terminó por quebrarse. El Jalisco rural y semiurbano se había convertido en una tolvanera de cadáveres, y uno de ellos era el del tío Antonio Ruvalcaba. Tres asesinatos, apenas tres muertes entre todas esas que no somos capaces de contabilizar. A partir de ellas, Hiram Ruvalcaba entreteje una impresionante novela que, desde la autoficción, lo posiciona como digno heredero de la tradición literaria de las tierras de Rulfo y Arreola.