Por un lado, el día a día de un entorno familiar en el que una voz busca su espacio. Por otro, un retraimiento radical en que lo inconsciente y lo social configuran la normalidad y cualquier promesa de autonomía. Ruido blanco no es una canción biográfica de emociones vaciadas, sino música obstruida de un vórtice subjetivo que absorbe y compacta ambos planos. El intérprete opera horadando la familiaridad. Desajusta y agujerea la sintaxis habitual de la representación, e instaura un forado de silencio en que la palabra, desplazando los bloques alterados, construye un “monumento plegable” en que “otro porvenir en penumbra” se despliega. La construcción de este instrumento permite diferir constantemente el lugar común, mientras que la escritura del poema, en tanto, abre un espacio en que lo propio se sobrepone al “amor en exceso [que] lo recubre todo” mediante el arrastre lúcido y oblicuo de todo tipo de huellas -Christian Anwandter