Hace ya un par de décadas que Andrés Anwandter abandonó la casa perfecta, compacta y segura del poema redondo para meterse en el lío de registrar el presente sin diluir las manchas ni moderar el volumen. El resultado de la repetición diaria de ese ejercicio diaria y nocturna, porque sus poemas parecen tecleados de noche, mientras los niños duermen es una especie de falso diario de vida o quizás un diario verdadero que registra vidas eventuales, anteriores, paralelas, futuras.
Imantados por un título hermoso, extraño y hasta medio cómico, los lectores de Pasados en limpio recordamos los borradores ilegibles de las primeras soledades y los cuadernos pulcros de los estudiantes mateos y temerosos (siempre hace frío/ en los recuerdos/ escolares), a la vez que revisitamos la Historia como una pelea infinita de versiones divergentes, y quizás también reparamos, tardíamente, en que somos los incómodos sujetos desinenciales de la oración, porque trataron de pasarnos en limpio, no lo lograron, pero lo intentaron.
Tanto tiempo mirando las nubes/ sin haber aprendido/ nada de ellas, dice el autor de este libro sutil y poderoso, repleto de imágenes certeras, arbitrarias y destempladas, que nos conducen a discutir una vez más como si fuéramos nuevos, como si viniéramos llegando si somos borradores o versiones definitivas, sin más erratas que unas cuantas arrugas, de quizás qué clase de textos. Los poemas de este libro acompañan, conmueven, perturban y plantean preguntas sencillas pero casi imposibles de resolver: a qué edad será/ razonable/ dejar// de dibujarle/ una boca/ sonriente// y ojos al sol. Alejandro Zambra