Las palabritas “mal dichas” de los niños se guardan como un tesoro de familia en algún rincón del alma.
Se repiten con risa, se hacen parte de una casa, y no se quieren olvidar.
Te invito a leer una historia graciosa para los más pequeños y emocionante para los adultos; que observamos la velocidad con la que se recorre la infancia; y que queremos de una forma u otra atesorar las palabras que decían los niños cuando tenían TU edad.