“La mujer, desde siempre y afortunadamente para siempre también, posee características fascinantes de las que el varón, ostensiblemente, carece. Nosotros los hombres (escribo desde lo que siento y creo) somos más bien planos, simples, de pensamiento dirigido. Y, sobre todo, estrecho. Por supuesto, dejamos aparte las excepciones. Que las hay y muchas. Casi con justeza, por los cientos de siglos en los cuales el popularmente denominado “macho” ha sido proveedor, su ADN ya lo ha caracterizado con una personalidad estructurada, rígida y asaz poco atractiva. En cambio, la mujer es dúctil. Ella fluye como arena entre los dedos. Se adapta, se corrige sola, se mimetiza. La mujer sabe esperar, tiene sapiencia y goza de un instinto superior para detectar tanto el peligro como la perversidad y el mal, en todas sus manifestaciones. Pocas veces se equivocan (salvo para elegir marido, en ciertas ocasiones repetidas en la Historia) y su intuición la conduce por los caminos en general más sabiamente escogidos. Hemos relevado apenas unas pocas representantes de entre cientos y quizás miles de mujeres, con el simple propósito de entretener y de analizar la vida de quienes, desde su inalterable condición femenina, de una u otra forma colaboraron en la transformación del mundo, esta tarea de nunca acabar. Esperamos comprensión, sobre todo de las lectoras, por las decisiones que adoptamos, obviamente realizadas con nuestro pensamiento masculino, pero también basadas en estudios y reflexiones que se leerán en estas páginas asociadas a estas diversas figuras femeninas. En otras palabras, queda abierta una discusión que jamás podrá ser cerrada con el beneplácito de hombres y mujeres”. Sebastián Eyzaguirre Balmaceda.