No puede negársele a Gonz su sentido del humor, lo menos olvidable de su novela. Varios pasajes son aligerados por bromas, algunas malas, pero bromas al fin. Ahí cuando el humor se aprecia, rápidamente es boicoteado por un gesto que sólo puede entenderse como un capricho del género: un nuevo orden requiere un nuevo lenguaje. Gonz lo provee sin ninguna originalidad. En vez de semanas hay ?novenas?; Stalin ahora es Estalin; Karl Marx ?Karlmars?; punk ?sunk?; y así más. Al final es irritante, y no se acerca ni medio metro al lenguaje que, por ejemplo, Burgess fundará para ?La naranja mecánica?.
En último término ?Libertad? es una distopía light, escrita como un bestseller, con un ánimo crítico que no funciona del todo.