Siempre en control y con un alto sentido de la responsabilidad familiar, Lucía se encuentra repentinamente huérfana, a los cuarenta años. En ese momento comienza su metamorfosis y su comprensión del duelo que la invade “como aquellas facciones de nuestros muertos, que el tiempo comienza a difuminar”. La muerte del padre (y un misterioso hallazgo) sacude a Lucía brutalmente, movilizándola.