Durante una noche de insomnio, Andrés espera nervioso la llegada del día siguiente, en el que deberá acompañar a su padre un ex militar a declarar a una audiencia por violación a los derechos humanos. Poco a poco sus recuerdos de infancia van pasando a través de sus ojos como si las vivencias de ese chico obeso con partidura tipo Superman incluida fueran la historia de alguien más. Andrés no quiere volver a revivir el pasado en su antiguo barrio, ni el olor de los jazmines, ni esa culpa que siente por el gran secreto que ha guardado por años. Pero la mirada inocente de un perro callejero lo obligará a reencontrarse con los amigos de su niñez, su primer amor y aquel hecho histórico que destruyó por completo su mundo de animé, superhéroes y pichangas de barrio: la detención de Pinochet en Londres. La infancia es aquel lugar seguro donde siempre regresamos. Aunque a veces no lo sea tanto. Esta novela de Mauricio Embry habla de eso. Y lo hace muy bien. -Patricio Jara