La tortuga Nina, a sus cien años, decide descubrir qué es el final, porque a ella le gusta entender las cosas. Así que emprende un viaje que la llevará a dialogar con la hormiga y la oruga, con la golondrina y el ruiseñor, con la serpiente y el río. De esta manera, procediendo poco a poco, a paso de tortuga, este libro les va recordando a sus lectores que, si bien es cierto que las cosas se acaban –el amor, una amistad, una vida–, sin embargo puede haber belleza en el final. Esa misma belleza se rezuma de las ilustraciones de Jorge González, que con su fuerza plástica hablan de la riqueza de la naturaleza, de la vida y sus matices, y se amoldan como un guante a las palabras de Alfredo Colella, que tienen cierto sabor a mito.