La memoria inmaterial de la geografía de la ciudad, de la geografía de los afectos, es un deber resguardarla, es una manera de continuar con el activismo, de honrar la vida y la muerte junto a las cicatrices, lo efímero y las subalternidades. La Plaza Echaurren, zona llamada en mapudungún Quintil 'lugar donde se boga', era el antiguo valle cruzado por el estero San Francisco. De este curso de agua solo queda una fuente, rodeada de palomas, de personas que tejen el circuito de la pobreza y de la reciprocidad que les permite sobrevivir, del cuidado mutuo en medio de un sistema que estructuralmente los oculta y los empuja a la locura, a la desaparición. En este libro bellamente ilustrado, escrito y diseñado reside la intensidad de ese recuerdo vivo, del amor y el respeto, de reconocerse y dar vida a esas voces y cuerpas que han habitado, y habitarán, lo ingentrificable. Esa memoria del agua sigue viva en estas imágenes de la letra y el dibujo gracias a Majo, Paula y Juan.