Justo después del postre y antes de la despedida, queda suspendida en el tiempo y el espacio la consecuencia natural de una deliciosa comida, una excelente bebida y una mejor compañía: la sobremesa. Una zona liberada para los amantes de la buena vida donde fluyen los cuentos, las confesiones y el erotismo.Malele Penchansky se sienta a la mesa para registrar como fiel cronista todo tipo de relatos, reales e imaginarios, surgidos entre tragos y bocados. Historias de mujeres que supieron combinar la sabiduría gourmet con un refinado erotismo. Partiendo de Eva las hojas verdes que tentaron a Adán, desfilan por las sobremesas personajes como Cleopatra y su rosca de alcauciles, la Malinche y el guacamole que enloqueció a Hernán Cortés, y la cautiva Lucía Miranda, seducida a fuerza de manduré frito por el cacique Mangoré.Como anfitriona de un banquete bien surtido, Malele describe con idéntica pasión y gracia el affaire de la condesa Teresa Guiccioli y el poeta Lord Byron a comienzos del sigl