El que se va de casa, dijo Freud, no quiere matar al padre. En esta auspiciosa primera novela de Ezio Neyra tres jóvenes amigos construyen, en el patio de su casa, un barco que los remonte fuera del país heredado. Este juego preciso y metódico, sin embargo, no asume la realidad como su límite, sino el proyecto mismo como ilimitado. De allí la alegoría de su gracia irónica. Lo que les queda a los jóvenes es el propósito de ser, creativamente, otros. La travesía promete rehacer el viaje, para que todo recomience. El brío de esa promesa alienta este relato.