Juan Rivano (1926-2015), filósofo y maestro, demuestra que cumple como nadie la exigencia socrática: se conoce a sí mismo. Con esa certeza en el ánimo enfrenta toda otra verdad, por mucho que lo contraríe. Y así, como han desacostumbrado los filósofos, nunca es diletante, nunca es engolado ni aburrido. Porque nunca esquiva los hechos, los recuerdos en este caso, para cada uno tiene el temple que la filosofía sugiere y la emoción que la humanidad exige.
Comienza a escribir estas evocaciones a fines del siglo anterior y las concluye los últimos meses de 2009; con su prosa sencilla y magistral las trasfigura en revelaciones: la infancia pueblerina, los años de aprendizaje y de miserias, las canciones y películas de su vida, los libros, los académicos amigos y enemigos, la prisión y el exilio, y los retornos a una patria tan diferente y tan igual.