Una joven artista italiana se propone viajar desde Milán hasta Jerusalén vestida de novia. Es una performance que, al mismo tiempo, intenta ser una suerte de manifiesto contra la guerra. A las pocas semanas la encuentran muerta junto a un matorral en las afueras de Estambul.
“En una de las etapas de su viaje, un periodista local le había preguntado: ¿Para qué hacer dedo? Ella había respondido: Es una forma de confiar en el prójimo. Para demostrar que, cuando confiamos, solo nos pueden hacer el bien. El periodista no le preguntó cuál podía ser la relación entre el arte, la confianza y el bien, ni si le correspondía al arte demostrar nada. Como todo el mundo, pensó que la idea de Pippa Bacca era hermosa, y un poco demencial. La idea de Pippa Bacca también era no negarse nunca a subir a un auto. No era una idea nada más, era el principio inexorable de su proyecto, el principio inexorable de su existencia, recibir, confiar”.
Tras escuchar la noticia del asesinato de Bacca, Nathalie Léger comienza una investigación en la que no busca respuestas simples ni explicaciones tranquilizadoras, sino que acepta con calma el componente insondable de ese gesto artístico, de ese viaje extremo. Mediante la escritura, la autora se piensa a sí misma, a su madre, a las pequeñas y grandes injusticias, al valor que tiene el arte frente a la violencia y el mal. El vestido blanco vuelve a demostrar que Nathalie Léger es una de las voces más interesantes de la literatura contemporánea