Una historia chiflada. Como para una obra de teatro. Eso me dijo la Nona. Pero no, esa obra no podía ser —según la Nona— un drama de denuncia. Tampoco un thriller efectista. Cualquiera de esas alternativas —según la Nona— le quitarían el filo a esa potencial obra escrita por nadie. Porque la situación chiflada que planteaban los hechos reales —un grupo de escritores hablan y hablan de literatura mientras en la pieza de al lado se construyen bombas y se tortura y se asesina— tenía que ser —necesariamente, para la Nona— una comedia.