“Es inútil que dispare, mister Pardo… Usted mismo acaba de decir que me ha inventado, que soy un producto de su imaginación, ‘una creación de arte’, si no encuentra un poco petulante el nombre. Y las creaciones del arte no mueren, mister Pardo. ¡Son los autores los que mueren!”.
A 94 años de la publicación de El socio, estas palabras se actualizan cada vez que el lector y la lectora recorren las páginas de esta ópera prima de las letras nacionales. Y es que El socio nos recuerda constantemente a aquel sujeto moderno que vive de apariencias para poder sobrellevar el ritmo de una vida insatisfecha. En este devenir, Julián Pardo —el protagonista de esta obra—, se vuelve creador de su propia desgracia a la que asistimos como espectadores. Pero, ¿qué hace que El socio trascienda a la muerte de su autor? Por un lado, el reflejo de una idiosincrasia chilena que parece no cambiar con el transcurso de los años, y que Jenaro Prieto supo retratar tan sutilmente en este libro. Por el otro, el tópico literario del doble, que acá aparece estrechamente relacionado con el sentido de pertenencia y de estatus. Julián Pardo, cansado de fracasar en sus intentos por surgir en lo social y económico crea, a pulso, al ser que le ayuda a conseguir aquello que tanto anhela. No obstante, toda creación supone una entrega, un sacrificio que Julián no prevé sino al final de estas páginas.
En este nuevo rescate literario, Narrativa Ghirlanda busca honrar el trabajo de Jenaro Prieto mediante una reedición cuidada de El socio, acompañada de un prólogo de Pablo Faúndez Morán, investigador que ha dedicado una parte de su quehacer al estudio de la producción literaria de este autor.