La tarde en que conocí a Jorge Ragal fue una sincronía ideal. Nos juntamos con Erick Pohlhammer, ambos, a trabajar en un libro suyo para una posible postulación a los fondos culturales del Estado, el año pasado, cuando de la nada aparece el poeta Ragal para unirse a nosotros. Y la aventura terminó en una conversación de los tres, sobre libros y poesía, sobre posibles proyectos, sobre cualquier cosa a fin y al cabo.
Y aquella sincronía, cierra uno de sus círculos hoy, cuando los tres en esta mesa nos encontramos presentando el poemario El hombre se escribe, cuyo autor es Jorge Ragal y su prologuista es Erick Pohlhammer. Sería increíble que todas las sincronías terminaran en un libro: tuvimos la suerte que aquella que se formó en esa tarde en Providencia así haya sido.
Me quedo con un fragmento del prólogo que escribió Erick y que se los comparto ahora: Dice sobre el autor que presentamos: “Un gurú muy piola, muy quitado de bulla. Una grulla más en el paisaje”. Quizás ese pequeño pasaje del texto del prólogo sirve para entender un poco la poesía que contiene este libro. La poesía de un poeta que no necesita mostrarse al choque, no necesita protagonismo, no necesita desnudar su rostro, ya que sus versos son los que lo desnudan. Esa ironía en su poesía que se pasea por diversos frentes, hacen que esta grulla en el paisaje, que un día apareció tranquilamente entre nosotros, nos haga adictos a la poesía. Porque yo creo que la poesía de alguna manera nos salva. Esa humildad del género nos hace entender que no necesitamos tanto para ser felices. Y sin duda, la poesía de Jorge Ragal nos salva, porque nos hace un poco más felices, o quizás un poco menos infelices.
Como sea, El hombre se escribe es un poemario que hay que leerlo varias veces, ya que en sus versos están escondidos varios pliegues de realidad. Una realidad autobiográfica por supuesto, pero también una realidad que nos envuelve a todos. Y seguramente aquella sincronía que hoy nos hace estar acá, es para entender que la poesía es un juego, pero un juego muy importante, porque es un espejo, con diversas dimensiones, que nos hace responder y preguntar. Cada poesía y antipoesía de Jorge Ragal tiene esa fuerza narrativa de preguntar dónde nos ubicamos, dónde estamos. Y si no podemos responder eso, da lo mismo, esa es la idea. Cuando tengamos todo claro y creamos que estamos llenos de certezas, la poesía nos habrá abandonado. Menos mal que estos poemas jamás lo harán.
Eso espero.