Cardani Parra instala al escribiente como recepcionista de un pequeño hotel en el centro cívico de la ciudad.
En 76 días seguidos, noches seguidas, durante doce horas junto con el registro de los pasajeros de una noche o más, desarrolla una historia fragmentada entre las pocas habitaciones y la calle.
Ese espacio de noche se protege con la desconfianza y una reja metálica que dan seguridad a todas las jornadas, incluso aquella que ocurre entre el día 12 y 14. Siempre pasa algo, en un momento preciso, el de la llegada, la partida o alguna petición, más los comentarios de la mucama y el cuidador.
Fragmentos que encierran toda una historia de personas, viajes, ciudades o pasiones de un día, que aquí se modelan como fantasías o recreaciones, donde, pase lo que pase, todo quedará limpio y se borrará cualquier señal de ruta.
Los hitos fijos, aunque no inmutables para el recepcionista, son los del barrio, de su historia y la del país, entrevistos a través de la mampara y en los pocos sonidos que emergen de las habitaciones.
Algunos transeúntes, habitantes de cuneta, y sobre todo pasajeros, emergen como si no supieran dónde están o no supieran dónde ir, como si la ciudad hubiese cambiado durante el tiempo en que estuvieron en el hotel. El escribiente, desde el relato de un puesto fijo, sigiloso y acotado, que se relaciona con trashumantes, casi anónimos, despliega un espectro muy amplio de lo que ocurre en una ciudad, en un momento, que carga con toda una historia, de una sociedad que se transforma.