Con el mismo hilo delgado y de filamentos múltiples que Bruno Montané ha utilizado en su arte para desarrollar y liberarnos del laberinto de cárceles de la poesía del futuro, el autor encontró y mató al minotauro, llevándolo de la caverna a la playa, a cielo y mar abierto, y, así, con placer infinito, ola tras ola en pleno Mediterráneo.