En «Contacto con los materiales» la ciudad conforma un mapa de lugares que tejen a lo largo del tiempo un relato colectivo de nuestros cotidianos. A este lento proceso de acumulación y sedimentación en el tiempo se opone el relato de la inmediatez. Con él, emerge otra narrativa. A lo colectivo le sustituye el mercado, en un proceso constante de demolición-construcción. El espacio y el tiempo se comprimen en «una épica vacía», un falso reciclaje, convirtiendo a la ciudad en un producto, una promesa de renta. Los lugares se borran y fragmentan en provecho de nuevos espacios con nombres de fantasía por consumir. En estas réplicas infinitas de lo mismo, no nos podemos detener, no nos podemos mirar. Ya no importa el habitar, el contacto. El movimiento manda.