Calamidad habla del cuerpo, de la física del cuerpo y del mundo que lo contiene cuando apenas hay un roce entre ambos para habitar el destiempo. Se trata de un roce entre el cuerpo y el mundo dolidos. Allá afuera se exhibe el jardín con los zorzales vigorosos cuando la intemperie constituye la faena vital mientras acá, dentro de la casa, cuerpo y psiquis exigen el cobijo.
Si para los antiguos el phármakon significó remedio, veneno o chivo expiatorio, es decir droga o sacrificio humano, la palabra escrita en este poemario recuerda que la escritura participa de su propio remedio, vale decir constituye su inconmensurable naturaleza dialéctica porque habita el mundo y no desea replegarse en el auto abandono que es pura muerte. Entonces, lo que menos quiero es que se me oxide el habla.
Escritura como fármaco, poesía como resguardo movilizan la intimidad de este poemario. Escritura como exposición de la fractura también universal, da el necesario impulso a un libro que excede su condición personal para ser voz de nuestra constitutiva fragilidad, porque lo que se masculla en este honesto y bello libro deviene la persistente e inacabada pregunta en qué se convierte lo roto. -Pavella Coppola