Un cuento sobre la soledad, el lenguaje y el silencio.
Adelantado a Franz Kafka, celebrado por Jorge Luis Borges,
recuperado por Enrique Vila-Matas, levantado como proclama
por Giorgio Agamben y actualizado por Byung-Chul Han en los
tiempos que corren. Bartleby, el escribano, pese a su brevedad,
nos confirma con grandeza que la negación es una consigna
vigente para subvertir el mundo laboral. Del mismo modo que
una excusa e invitación –también escondidos tras un biombo–
para detener el tiempo de la producción y resistir el ocio de la
lectura, mirando hacia ese interior que tanto perturba a las
personas ocupadas.
¡Aún puedo revivir la primera impresión de su figura
pálidamente pulcra, desoladoramente respetable,
irreversiblemente triste!