En el patio de una de las cárceles más sobrepobladas de América Latina un hombre es capaz de matar para proteger el manuscrito de su vida. Unas celdas más allá un grupo de presos intenta instaurar una democracia. Afuera, en las calles, la policía ajusticia a los pandilleros. Son chicos que para pertenecer a una de las bandas más sanguinarias del mundo marcan sus códigos en el cuerpo. En otra parte del continente un vecindario se construye sobre cadáveres. No tan lejos una adolescente vende su alma a la televisión, aunque eso pueda costarle la vida. Estas son algunas de las escenas que Daniel Alarcón reúne en La balada de Rocky Rontal: melodías que resuenan en todas las radios del continente.