La escritura de Natalie nos lleva de la mano a la cancha de tierra, al pan caliente y a la melancolía pop de los noventa que se alejan. Su prosa breve contiene música, olor, sabor; nos hace evocar y se nos revela como un secreto bien guardado. La delicadeza de la elección de las palabras, los convierte en cuentos que no se alejan de su imaginario poético y sus figuras. Sus cuentos son precisos, breves y efectivos hasta el punto de las lágrimas. Nos invita a revisitar nuestra historia reciente y empaparnos de su melancolía.