Richard Ford, reconoce la deuda con sus padres literarios, con esos precursores (Hawthorne, Poe, Melville, Twain) que trazaron un sendero, una huella, como signo de identidad. Ford escribe: “Cuando intentamos imaginar nuestros antepasados literarios y encontrar la conexión crucial, no lo hacemos para crear a imitación de ellos, sino para encontrar alimento en individuos como nosotros mismos: mujeres y hombres cercanos a la vida, con pocas ideas preconcebidas, que experimentaron lo cotidiano más como un conjunto de sensaciones impredecibles que como una suma de certezas demostrables”. Para Borges, los relatos de Hawthorne abren el camino a un particular tipo de ensoñación por el que transitará el lenguaje oceánico de Melville, las oscuras pesadillas de Poe y las alucinaciones de provincia de Faulkner.