Nelly no ha colmado las expectativas maternas. Primero abandonó los estudios para trabajar como camarera, y luego fundó una familia, sin legalizar, con Matt, un guapo norteamericano metido en asuntos turbios que la abandonó poco después de nacer el segundo hijo de la pareja. Ahora Nelly vuelve a su ciudad natal con los niños cuando una abuela le deja en herencia su casa. Mientras se plantea qué hacer con el local del piso bajo, la casualidad, en forma de amiga de la infancia, brinda a Nelly una oportunidad de conseguir ingresos: montar un restaurante casero, ilegal, desde luego: la burocracia es una molestia costosa, para que almuercen unos cuantos maestros del colegio vecino. El discreto negocio tiene éxito, y pronto se suman nuevos comensales; entre ellos la joven y conflictiva Gretel y su marido, Markus, un atractivo electricista que despierta en Nelly sensaciones casi olvidadas. Los ingredientes ya están en la cocina; únicamente queda que la mano experta de Ingrid Noll, gran dama de la novela negra, los combine para crear un plato lleno de vida, ironía y sorpresas, sazonado con una aparición inesperada y, eso sí, dos asesinatos más o menos voluntarios.